Un campo deportivo en un barrio es mucho más que una cancha: es el corazón de la comunidad. No puedo dejar de destacar la importancia de los clubes deportivos, no solo como espacios de recreación, sino como verdaderos motores del desarrollo social.
En cada club se tejen historias de compromiso con las personas de la comunidad: acompañando en las enfermedades, formando ciudadanos a través de las escuelas de fútbol, y extendiendo la mano solidaria cuando alguien enfrenta dificultades económicas.
Perder una cancha es perder mucho más que un espacio físico: es ceder terreno al individualismo y a la falta de vida sana. Una cancha no es de nadie en particular, es de todos. Por eso debemos cuidarlas, al igual que a nuestros clubes y a la comunidad que los sostiene.
En tiempos donde lo negativo suele destacar más, tenemos la obligación de apoyar a nuestras instituciones, dejar de lado las críticas destructivas y comprender que los clubes los construimos entre todos.
Un recinto deportivo debe ser abierto a la comunidad porque el fútbol refleja lo que somos como sociedad. Es urgente fortalecer no solo la formación deportiva, sino también la formación social que nace de nuestras escuelas de fútbol.-